>Es un martes de noviembre, tuvo un día pesado en la universidad y aún así accedió a conversar. Está hambrienta después de varios certámenes que dio y aún le quedan algunos pendientes. No pierde el tiempo mirando la carta digital: ordena un jugo de frambuesa y un pie de limón. Son las 18:49 en la Fuente Alemana de Chillán.
>—Uffff, ese día. Por eso le digo el día peak. Para mí, fue el día que cambió mi vida —dice Camila. Su voz es tan delicada que a veces se pierde entre el bullicio del local que está a rebosar. Incluso ahora, con 21 años, fácilmente podría confundirse con una menor de edad.
Que horrible leer esta mierda de reportaje lleno de párrafos innecesarios.