—Es… —«¿Qué respuesta quiere? ¿Cómo ha dicho la chica antes de ir al bosque de dioses? “Todos me decían que era agraciada”». Ya no lo era; una telaraña de líneas finas, recuerdo de un látigo, le cubría la espalda—. Es muy… muy bella, muy bella.
Ramsay le dedicó su sonrisa húmeda.
—¿Te pone la polla dura, Hediondo? ¿Se te ha puesto gorda dentro de los calzones? ¿Quieres follártela tú primero? —Soltó una carcajada—. Es un derecho que debería corresponder al príncipe de Invernalia, igual que correspondía en los viejos tiempos a todos los señores. La noche de bodas. Pero claro, no eres ningún señor. Solo eres Hediondo. A decir verdad, ni siquiera eres un hombre. —Bebió otro trago de vino y estrelló la copa contra la pared. Ríos rojos empezaron a correr piedra abajo—. Meteos en la cama, lady Arya. Eso, contra las almohadas. Buena esposa. Abrid las piernas; quiero veros el coño.
La chica obedeció, muda. Theon retrocedió un paso hacia la puerta. Lord Ramsay se sentó junto a su desposada, le pasó la mano por la cara interna del muslo y le metió dos dedos. La niña dejó escapar un gemido de dolor.
—Está más seca que un hueso viejo. —Retiró la mano y la abofeteó—. Me dijeron que sabrías complacer a un hombre. ¿Es mentira o qué?
—N-no, mi señor. Me entrenaron.
Ramsay se levantó. Las llamas de la chimenea se le reflejaban en el rostro.
—Ven aquí, Hediondo. Prepáramela.
—Yo… —De entrada no entendió a qué se refería—. ¿Queréis decir…? Mi señor, no… no tengo…
—Con la boca —replicó lord Ramsay—. Y date prisa. Si cuando termine de desnudarme no está húmeda, te corto la lengua y la clavo a la pared.
En el bosque de dioses graznó un cuervo. Aún tenía el puñal en la mano.
Lo envainó.
«Hediondo, Hediondo, eres débil en el fondo». Se agachó para cumplir su cometido.
El Príncipe de Invernalia - Danza de Dragones