Cada vez que leo un artículo en algún medio internacional en inglés alertando sobre el avance de la ultraderecha en Chile, siento una mezcla extraña de alivio y esperanza, como si por fin viera una puerta entreabierta para escapar de este lugar que hace años se me ha vuelto insoportable. Ustedes no saben las ganas que tenía de irme en 2021. Me quemaba por dentro la necesidad de empezar de cero en otra parte, pero no pude: no tenía los medios. Las visas working holiday eran mi única salida, y aun así me rechazaron porque, junto a mi ex, estábamos ligados a carreras de gastronomía y turismo. Y tampoco pude irme como exiliado, porque mis razones para pedir asilo político simplemente no calzaban con el Chile que mostraba la elección de Boric. Por eso, para mí, Kast se siente—literalmente—como un pasaje de avión. Una oportunidad. Una salida. Algo que, por primera vez en mucho tiempo, me hace pensar que tal vez sí voy a poder irme.