La izquierda, especialmente la gloriosa izquierda revolucionaria, ama profundamente a su patria, y precisamente por eso la quiere libre, independiente, rebelde y verdaderamente soberana. Esa visión contrasta con la de los liberales, que a menudo parecen dispuestos a entregar la patria = recursos naturales a intereses multinacionales y a convertir a su propio pueblo en conejillos de indias del mercado más despiadado y generado = nuevo contrato social que promueven los liberales progresistas.
La moral revolucionaria siempre ha estado unida a un sentimiento de entrega total: entrega a la causa, al pueblo y al futuro, aun cuando ello implique asumir costos inmediatos. Ningún país que se ha pasado por la emancipacón ha pensado jamás: “Paso 1: revolución. Paso 2: convertirse en potencia mundial”. El revolucionario comprende que, en el proceso de recuperar la patria, la economía será asfixiada por el imperialismo, las condiciones duras y los sacrificios inevitables. Significa aceptar que, durante al menos dos generaciones, el pueblo deberá apretarse el cinturón… pero con la convicción de que valdrá la pena.
Cuando Mao triunfó en la revolución, nadie en China dijo “ahora somos Europa”. Sabían, aunque quizás no lo imaginaran del todo, que alcanzar la grandeza en el siglo siguiente requeriría sangre, sudor y lágrimas. Y también sabían que muchos de los revolucionarios originales no vivirían para ver el fruto de su sacrificio. Esa es la mentalidad de entrega: trabajar por un mañana que otros disfrutarán, eso es amar al pueblo, estar dispuesto a darlo todo por su bienestar futuro.
Por eso, soñar con un país de izquierda es también un acto de amor a la patria y a su gente: es aspirar a un futuro digno, sólido y justo, en vez del cortoplacismo cómodo que promueven los liberales conservadores y progresistas.
Este hilo me pilló en plena procrastinación en pega, así que el tono me salió un poco más formal porque todavía estoy con la mentalidad de trabajo. Usualmente, cuando comento, dejo que el teléfono escriba por mí hablando por el micrófono.