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Me pasó algo muy parecido pero con el último trabajo de la carrera. Se presentaba, nos calificaban y nos titulábamos. Era un proyecto de automatización de planta que debía cubrir todas las áreas, desde administración, presupuestos, organigrama, cálculo de tableros, elección de maquinarias, cotización de las máquinas, programación de las mismas, creación de sus paneles de control (HMI en SCADA) y la presentación del proyecto proyectando su resultado económico frente a los profesores con una ronda final de preguntas que abarcarían cualquier conocimiento de la carrera.
Elegí a un compañero que sabía harto y la primera semana todo funcionó muy bien, pero al segundo y tercer fin de semana de trabajo él desapareció. Todos los lunes me decía que tenía problemas con un familiar cercano y no tenía razones para no creerle, pero nunca contestaba el teléfono ni respondía el whatsapp sin importar la hora, mientras yo lo llamaba en la mañana, en la tarde y la noche para ver en que momento él podía hacer su porción.
Cada avance se entregaba cada semana sagradamente o el 1 IBA. Hablé con el profesor encargado para pedirle consejo porque mi compañero no me caía mal, entendía que podía ser una situación complicada por la que podía estar pasando y no quería dejarlo botado porque el trabajo ya era lo suficientemente denso y voluminoso como para hacerlo por separado. Nuestras chances de aprobar se reducían. Me dijo que había notado que algo raro estaba pasando en mi equipo y que tenía sospechas que todas las historias con su familiar eran mentiras, y que el cabro
andaba puro webiando. Sus palabras.
Esa misma mañana salí de la sala cuando llegó y en el patio le dije que no importaba cuando lo llamara, siempre estaba inubicable el 100% del tiempo, que no tenía su porción del trabajo en un estado presentable (ese día me mostró una única hoja de cuaderno escrita con el diagrama que necesitábamos hace dos semanas atrás) y que por lo tanto, trabajaría solo. La solución sería que del sistema en el que estábamos trabajando lo dividiríamos en dos partes de complejidad equivalente y nuestra asociación terminaba ahí y en ese momento. Entendió y no solo eso, creo que lo quería, porque después a la quinta semana desapareció por completo. Nunca más volvió a clase y nunca supe que fue de él. La última actividad de la carrera era lo único que lo mantenía asistiendo y cuando vió que yo no lo iba a cargar, abandonó, tirando cuatro años a la basura.
Es importante que haya profesores con criterio que apoyen y den consejos a sus alumnos. A veces simplemente el alumno no encuentra la solución a dilema de trabajo grupal con compañeros conflictivos y son los profesores los únicos en posición real de poder y formación suficiente para poder cortar el queque bien, sin generar roces innecesarios y que no llevan a nada. La intervención de un buen docente hubiese evitado ese combo en el hocico y las lágrimas de ese choroy. Si no hubiese sido por ese profe que me guió la mano para desvicularme de mi compañero bien, estoy seguro que me hubiese llevado con él.
Un profe hace la diferencia. Pero estoy seguro que muchos no se dan ni cuenta.