La razón colabora con la Fe:
a. enunciando rigurosamente el contenido de Fe. Así, por
ejemplo, para poder creer en la Santísima Trinidad es
necesario comprender, al menos rudimentariamente, la
diferencia entre sustancia y persona;
b. enunciando argumentos de credibilidad, que si bien no
demuestran la verdad del dato de Fe (lo cual sería con-
tradictorio), sí manifiestan dialécticamente que esa Fe es
razonable por cuanto explica cosas que, de lo contrario,
serían incomprensibles. Es lo que sucede, por ejemplo,
con el problema del dolor o con los desórdenes de la
naturaleza humana, que resultan incomprensibles sin el
dogma del pecado original
c. confutando los argumentos contrarios a la Fe. En efecto,
si la verdad de Fe no se opone a la verdad puramente ra-
cional, significa que el argumento que pretende confutar
la Fe desde la razón necesariamente adolecerá de un error
interno, que es puramente racional. En otros términos, no
se puede demostrar racionalmente la verdad del dato de
Fe, pero sí la falsedad del razonamiento opuesto a ella.
La Fe, por su parte, colabora con la razón:
a. moviéndola a elaborar categorías filosóficas capaces de
enunciar el misterio de Fe. La historia de Occidente ha
demostrado ampliamente el valor de nociones como
persona, libre arbitrio o la igualdad esencial de los
hombres que, si bien son puramente racionales, solo
fueron enunciadas cuando fue necesario responder a un
problema teológico;
b. dirigiendo extrínsecamente el ejercicio de la razón a su
fin propio. Al modo de un manual de álgebra que incluye
los resultados de sus ejercicios en las últimas páginas y
que, sin embargo, no exime en absoluto al alumno de
la carga de la demostración, al revelar ciertas verdades
sobrenaturales la Fe denuncia los errores rigurosamente
racionales de aquella razón que concluye contra sus dog-
mas, sin impedir en absoluto su libre ejercicio.
c. manifestando los límites propios de la razón y, de este
modo, abriendo la inteligencia al misterio.
Teología y filosofía, entonces, no son dos ciencias opues-
tas. Más bien, la primera supone la segunda, pues consiste
en un discurso racional sobre la Fe. Los escolásticos formu-
laban lo anterior diciendo philosophia ancilla theologiae: la
filosofía es sierva de la Teología. La Teología necesita de la
filosofía como un señor de sus siervos: sin ella no es capaz
de argumentar.
El conocimiento teológico es intrínsecamente superior al
filosófico tanto en virtud de su certeza como de la dignidad
de su objeto. En virtud de su certeza, pues las otras ciencias
toman la certeza de la luz natural de la razón humana que,
ciertamente, puede errar; la Teología, en cambio, la toma de
la ciencia divina, que no puede engañarnos. En virtud de la
dignidad de su objeto, pues la Teología trata principalmente
de aquellas cosas que superan la razón humana.
Lecciones Fundamentales de Filosofía - Gonzalo Letelier Widow - Pagina 52