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Ni idea dónde estará disponible ahora, pero daba gusto verle la cara toda moqueada en un sitio eriazo, mientras procedía a hacerle un beso negro a quien le dió el lecherazo y, de repente, sonaba un peo estruendoso del culo. Se escuchaban las arcadas de la Naya, quien se daba vuelta para mirar el teléfono otra vez, mientras luchaba contra su reflejo de arcada para tragar un pedazo de mojón mezclado con semen.