El chileno es el cliente más exigente, el que más se indigna cuando el servicio se demora, cuando la comida está tibia, cuando una pieza del producto le sale con una pifia. Pero también es el empleado más flojo, el que llega tarde y se pega un descanso para el café y conversar inmediatamente. El que se roba los confort del baño como si no tuviera para pagarlos. O los platos de la cafetería porque son rectangulares y les parecen choros para su casa. O las hojas de papel para su impresora. Ni las engrapadoras se salvan. Total, para algo el empleador gana más. El chileno es flojo en la cama también; se rehusa a tener hijos. Pero para qué va a tener hijos, si el mundo es tan malo. Y aunque tuvieran hijos, solo existirían para sufrir. Para robarle los papeles del baño a su vil empleador. No, tener hijos es un castigo para el chileno. Y después de ser un empleado de mierda y no tener hijos, el chileno se indigna cuando llega un negro a reemplazarlo. Un negro que no cobra ni uno porque sabe que su existencia es la del esclavo. Y se indigna cuando ese negro llega con su negra a tener larvas de negro. Esas larvas de negro necesitan educación, total nacieron en esta tierra y por lo tanto son chilenos. Estas larvas de negro no son clientes exigentes. No se indignan cuando el servicio se demora, ni con la comida tibia, ni con las pifias de sus productos. No son empleados flojos, ni se roban las cosas de la empresa, ya que se conforman con sus vidas de esclavo.