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Esto.
Chile tiene una tradición donde las instituciones y la diplomacia, en el sentido práctico del término, son fuertes, por lo que el color político es pura estética, porque terminarán de todos modos haciendo acuerdos entre políticos y empresarios. Si hasta los mismos octubristas arreglaron el tema haciendo un «Acuerdo», el famoso «acuerdo del quince de noviembre», gracias al cual saltó a la fama el pelagatos por cuya presidencia que está acabando ahora no es otra cosa que un pato cojo, para retomar una idea de la Bachelet, que era modificar la Constitución. Gracias a lo cual y por la situación crítica, Piñera parecía que se supeditaba a una especie de parlamentarismo y posteriormente con el Covid fue más keynesiano que Lagos, Bachelet y Boric juntos.
En fin, si algo nos caracteriza es eso de lo que nos podemos enorgullecer, y es que no somos unos brutos histéricos como los argentinos o tan pasivos como los peruanos o unos trogloditas como los caribeños, sino que por nuestra alta racionalidad y frialdad de decisiones, hemos podido mantener un país donde se puede vivir decentemente. Y esto es gracias, en parte, a que los partidos, que aunque si bien son muy importantes en nuestro país al menos hasta hace poco, que nuestra democracia se afinca en sólidas instituciones jurídicas y económicas que resisten a los caprichos de quien personalmente las presida.