la esencia del chileno es lo rústico, campestre y tosco. Se puede apreciar desde la arquitectura de la absoluta mayoría de las construcciones, hasta en costumbres como la inexistencia de vida bohemia, la introversión, la falta de temas de conversación o darse una pausa a mediodía para dormir.
No por nada Santiago es una metrópolis que lucha contra esas tendencias indígenas que limitan el funcionamiento de la ciudad a ciertas horas, el nulo reconocimiento a la arquitectura europea neoclásica al no ser una casucha pareada de adobe y paja, o el odio de la gente de región que ya definitivamente viven en la edad Media y les raja el orto la vanguardia social de Santiago.