>>29099
Que hay una mezcla de cosas.
Tengo entendido que se adjudica a síntomas psicóticos donde empiezan a perder lo que se llama la «propiocepción», consistente en dar por hecho que tu posición corporal está correcta. A esta gente le pasa que se descompensa por perder esa noción y una de las formas de volver a tenerla es producirse grandes dolores, como cuando algunos se muerden un dedo para aguantar otro dolor mayor. Esto pasa a muchos drogadictos con abstinencia.
O bien, sería un derivado del trastorno de excoriación llevado a un punto más grave, donde un tanteo constante del corte, terminaría en eso.
O bien, alguien demasiado inseguro, dependiente de otros, ingenuo y la autoestima por el suelo, si tiene, digamos, amig@s que lo hagan, les copiará y hará lo mismo para que l@ acepten. Luego, lo sube a internet y «pesca cumplidos».
Se suele también adjudicar a un trastorno llamado «trastorno límite de la personalidad», consistente, entre otras cosas, en una identidad y relaciones sociales frágiles, a la vez de tener conductas de riesgo, ideaciones suicidas, impulsividad, dramáticos, etc.
Algo que leí una vez que es más filosófico que médico, fue que Slavoj Zizek mencionó algo bien interesante. Resulta que el llamado sistema numérico «unario», quizás el más primitivo que haya habido, consistente en rayas hechas en un hueso (ver hueso de Ishango) tiene la misma forma que ese brazo. Las alusiones podrían ser que habría alguna compulsión primitiva que a falta de restricciones resultaría en eso o bien algo de la idea de que «contar» estaría relacionado de alguna forma a formas para calmarse a sí mismo, del modo en que se recomienda contar ovejas para quedarse dormido o de que llevar conteos crea la idea de que tienes controlado algo. O bien la misma idea del tatuaje y el grafiti, que ejerce la misma función del meado de los perros: «si lo marco, es mío». De ahí que no sea tan difícil, dado el hábito ya aceptado de la proliferación del tatuaje, pensar algo de la sensación de enajenación de las personas.